jueves, 9 de septiembre de 2010

Viaje a Tenochtitlan

"Si todavía no sabía cuál sería el oficio de mi vida, por lo menos sí sabía dónde iba a practicarlo, en la espléndida, maravillosa y pasmosa ciudad de Tenochtitlan. Esto lo supe desde mi primer viaje allí, la visita que había sido un regalo de mi padre en mi cumpleaños número siete, el día en que me dieron mi nuevo nombre."


"Antes de eso, mis padres, a quienes yo seguía, habían ido a consultar al tonálpoqui residente de la isla —o conocedor del tonáltamatl, el libro tradicional de nombres—."

"Después de desdoblar las capas de páginas hasta lograr la completa longitud del libro, usando la mayor parte del piso de su cuarto, el viejo vidente dio un escrutinio prolongado, moviendo los labios cada vez que hacía mención a los símbolos de las estrellas y a las actividades más relevantes de los dioses en el día Siete Flor, en el mes del Dios Ascendiente del año Trece Conejo. Luego inclinó la cabeza, volvió a doblar el libro con reverencia, aceptó sus honorarios consistentes en un rollo de tela fina, me roció con agua especial para las celebraciones y proclamó que mi nombre sería Chicome-Xóchitl-Tliléctic-Mixtli, para conmemorar la tormenta que había asistido a mi nacimiento. Desde entonces y en adelante yo sería conocido formalmente como Siete Flor Oscura Nube y llamado informalmente Mixtli."

"En la mañana temprano de mi importante cumpleaños, me llevaron al palacio del tecutli y el Señor Garza Roja nos recibió personalmente con amabilidad y ceremonia. Me palmeó ligeramente la cabeza y dijo paternalmente con buen humor: «Otro hombre ha crecido para la gloria de Xaltocan, ¿verdad?» Con su propia mano dibujó los símbolos de mi nombre: siete puntos, el símbolo de los tres pétalos de flor, la burbuja gris que significa la nube oscura, en el íocayámatl, el registro oficial de todos los habitantes de la isla."
 
"Así vi Tenochtitlan por primera vez en mi vida: no como una ciudad de torres de piedra, de ricos enmaderados y pinturas brillantes, sino como una ciudad de luz. Dejamos la isla de Xaltocan mucho antes del mediodía, pero estaba bien entrada la noche cuando llegamos al muelle de Tenochtitlan."

Tenochtitlan

Mexico-Tenochtitlan, Cem-Anáhuac Tlali Yoloco —murmuró mi padre—. Es realmente El Corazón y el Centro del Ünico Mundo.» Yo había estado tan transportado por el encanto, que no me había dado cuenta de que él estaba a mi lado. «Mira todo lo que puedas, hijo Mixtli. Tú puedes ver esta maravilla y muchas otras más de una vez, pero siempre y por siempre habrá sólo una primera vez.»"
"Sin parpadear o mover los ojos del esplendor al que nos acercábamos con demasiada lentitud, me recosté sobre una esterilla de fibra y miré y miré hasta que, me avergüenza decirlo, mis párpados se cerraron por sí solos y me quedé dormido."

"Desperté en un jergón en el piso de un cuarto común, donde mi padre y otros pocos hombres más, estaban todavía acostados roncando en sus jergones. Al darme cuenta de que estábamos en una posada y de dónde estaba la posada, brinqué para asomarme por la abertura de la ventana, podía ver a lo lejos, por el sudeste, los picos de los dos volcanes llamados Popocatépelt e Ixtaccíhuatl, la montaña del Incienso Ardiendo y la montaña de la Mujer Blanca. A pesar de que ya estábamos en la estación seca y los días eran calurosos, las dos montañas estaban coronadas de nieve, la primera que veía en mi vida, y el candente incienso que se hallaba en las profundidades del Popocatépetl producía un penacho de humo azul que flotaba sobre su cumbre, tan perezosamente como las banderolas flotaban sobre Tenochtitlan. Desde la ventana insté a mi padre para que se levantara. Debía de estar cansado y deseoso de dormir más, pero se levantó sin ninguna queja, con una sonrisa de comprensión hacia mi deseo de salir."

Popocatépetl e Ixtaccihuatl

"El desembarco y entrega de nuestro cargamento era responsabilidad del jefe encargado de fletes del lanchón, así es que mi padre y yo teníamos todo el día para nosotros. Él traía solamente el encargo de comprar algunas cosas para mi madre, por lo que dirigimos nuestros pasos hacia el norte, hacia Tlaltelolco."

"Esta parte de la isla que ahora ustedes llaman Santiago está separada de la parte sur solamente por un extenso canal atravesado por varios puentes. Sin embargo, Tlaltelolco fue por muchos años una ciudad independiente, con sus propios gobernantes, y trató siempre, osadamente, de aventajar a Tenochtitlan, pretendiendo ser la primera ciudad mexica. Las ilusiones de superioridad de Tlaltelolco fueron por mucho tiempo toleradas humorísticamente por nuestros Venerados Oradores. Pero cuando su último gobernante Moquíhuix tuvo el descaro de construir la pirámide-templo más alta de todas las que había en los cuatro distritos de Tenochtitlan, el Uey-Tlatoáni Axayácatl, justificadamente, se sintió humillado. Así es que ordenó a sus hechiceros hostigar a ese vecino ya intolerable."

Moquíhuix cae del templo
 
"Si la historia es cierta, a Moquíhuix le habló la cara de una pared de piedra labrada que estaba en la sala del trono. Lo que le dijo acerca de su virilidad fue tan insultante que Moquíhuix, agarrando una cachiporra de guerra, pulverizó el grabado. Después, cuando Moquíhuix fue a la cama con su real compañera, los labios de sus tepili, partes, también le hablaron, menospreciando su virilidad. Esos sucesos, aparte de dejar impotente a Moquíhuix incluso con sus concubinas, le asustaron muchísimo, pero aun así no rindió vasallaje al Venerado Orador. Por lo que al principio del mismo año en que yo había hecho la visita del día de mi nombre, Axayácatl tuvo que tomar Tlaltelolco por las armas. El mismo Axayácatl, personalmente, lanzó a Moquíhuix desde lo alto de su propia pirámide, dejándole sus sesos bien destrozados."

Tomado del libro: "El Azteca" de Gary Jennings

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