sábado, 7 de enero de 2012

Ejercicios de Guerra e Instrucción Sobre las Armas.

"Durante el tiempo del que he estado hablando, cuando recibí el nombre de Topo, iba todavía a la escuela. Todos los días al atardecer, cuando se terminaba el día de trabajo, yo y todos los demás niños mayores de siete años de todas las aldeas de Xal-tocan, íbamos o a la Casa del Desarrollo de la Fuerza o, junto con las niñas, a la Casa del Aprendizaje de Modales."

"En la primera, los muchachos aguantábamos rigurosos ejercicios físicos y éramos instruidos en el tlachtli, juego de pelota, y en los rudimentos del manejo de las armas de guerra. En la segunda, nosotros y las niñas de nuestra edad recibíamos alguna instrucción un poco superficial acerca de la historia de nuestra nación y de otras tierras; una educación algo intensiva sobre la naturaleza de nuestros dioses y los numerosos festivales dedicados a ellos, como también se nos instruía en las artes del canto ritual, la danza y la ejecución de instrumentos musicales para la celebración de todas esas ceremonias religiosas."

"Tengo que confesar que yo no me distinguí en lo más mínimo en ninguna de las dos Casas, ni en la de Modales, ni en la de Fuerza."

"Empezaba a sentir que no poseía ninguna identidad, o que tenía tantas que no sabía cuál escoger para mí. En casa había sido Mixtli, la Nube; para el resto de Xaltocan había sido conocido generalmente como Tozani, el Topo; en la Casa del Aprendizaje de Modales, era Malinqui, el Torcido, y en la Casa del Desarrollo de la Fuerza, pronto llegué a ser Poyaútla, Perdido en Niebla."

"Para mi buena fortuna no tenía ninguna deficiencia muscular, como la tenía en la música, pues había heredado de mi padre su estatura y solidez. Cuando tenía catorce años era más alto que mis compañeros dos años mayores que yo. Supongo que un hombre tan ciego como una piedra podría hacer los ejercicios de estirar, brincar, levantar pesas e incluso encontrar los dedos de sus propios pies para tocarlos con las manos sin doblar las rodillas."

"Vinieron los ejercicios de guerra y la instrucción sobre las armas, bajo la tutela de un avejentado y cicatrizado quáchic, una «vieja águila», que era el título que se le daba a aquel cuyo valor ya había sido probado en el campo de batalla. Su nombre era Extli-Quani, o Glotón de Sangre, y tenía más o menos cincuenta años."

"«Primero vais a aprender los gritos de guerra —decía Glotón de Sangre—. En el combate, por supuesto, estaréis acompañados por los trompeteros de conchas y por el batir de los tambores de trueno y de los tambores gimientes, pero hay que añadir a éstos vuestras propias voces gritando por la matanza y el sonido de los puños y armas golpeando los escudos. Yo sé por experiencia, mis muchachos, que un clamoreo ruidoso y aplastante puede ser un arma en sí. Puede sacudir la mente de un hombre, convertir en agua su sangre, debilitar sus tendones e inclusive vaciar su vejiga y sus tripas. Vosotros tenéis que hacer ese ruido y veréis que tiene un efecto doble: alentar la propia resolución hacia el combate y atemorizar al enemigo.»"

"Otras naciones tenían diferentes armas de las de nosotros, los mexica, y algunas de nuestras unidades de guerreros usaban armas para algunos propósitos en particular e incluso un individuo podía escoger siempre aquella arma en la que tuviera más habilidad."

"Éstas incluían la honda de cuero para arrojar rocas, el hacha de piedra despuntada, la cachiporra pesada cuya bola estaba tachonada de obsidiana dentada, la lanza de tres puntas hecha de huesos con púas a los extremos para desgarrar la carne, o la espada formada simplemente con la mandíbula del pez-espada. Sin embargo, las armas básicas de los mexica eran cuatro."



"Para la primera escaramuza con el enemigo, a larga distancia, usábamos las flechas y el arco. Nosotros, los estudiantes, practicábamos mucho tiempo con los arcos y las flechas, guarnecidas por bolitas de hule suave."

"Para pelear a una distancia más corta del alcance del arco y la flecha, teníamos la jabalina, una angosta y afilada hoja de obsidiana montada en un palo corto. Sin plumas, su exactitud y su poder de penetración dependían en ser lanzada con la mayor fuerza posible."

"«Por eso la jabalina no se lanza sin ayuda —dijo Extli-Quani—, sino con este palo atlatl para aventar. Al principio este método os parecerá incómodo, pero después de mucha práctica sentiréis el atlatl como lo que en realidad es: una extensión del propio brazo y un redoblamiento de la propia fuerza. A una distancia de más o menos treinta pasos largos, se puede guiar la jabalina para agujerear limpiamente un árbol tan grueso como un hombre. Imaginaos,-muchachos, lo que pasará cuando la lancéis contra un hombre.» "

"También teníamos la lanza larga, cuya punta terminaba en una obsidiana ancha y afilada y que se usaba para arrojar, para punzar, clavar y agujerear al enemigo antes de que éste estuviera demasiado cerca de uno. " 

"Pero para la inevitable lucha cuerpo a cuerpo usábamos la espada llamada maquáhuitl. Su nombre sonaba bastante inocentemente, «la madera hambrienta», Pero era una de las armas más terribles y letales con que contábamos." 

"La maquáhuitl era una estaca plana de la madera más dura, de una longitud equivalente al brazo de un hombre y la anchura de la mano, y a todo lo largo de sus dos orillas estaban insertadas agudas hojas de obsidiana. El puño de la espada era lo suficientemente largo como para permitir que el arma se esgrimiera con una mano o con ambas, y estaba tallado de tal manera que los dedos del que lo sostenía se acomodaban con facilidad. Los fragmentos cortantes no estaban simplemente acuñados dentro de la madera, sino que como la espada dependía tanto de ellos, se les había agregado magia."

"Las cuchillas de obsidiana estaban sólidamente pegadas con un líquido encantado hecho de hule y de la preciosa copali, resina perfumada, mezclada con la sangre fresca donada por los sacerdotes del dios de la guerra, Huitzilopochtli."



"Siendo tan brillante como el cristal de cuarzo y tan negra como Mictlan, el mundo de ultratumba, la obsidiana lucía inicua en la punta de una flecha, de una lanza o en el filo de una maquáhuitl. Apropiadamente convertida en hojuela, la piedra es tan afilada que puede cortar sutilmente como lo hace algunas veces una brizna de pasto o partir tan profundamente como lo hace un hacha. El único defecto de la piedra es que es muy quebradiza; puede hacerse pedazos contra el escudo o la espada del oponente. Sin embargo, en las manos de un guerrero experto, el filo de obsidiana de una maquáhuitl puede acuchillar carne y hueso tan limpiamente como un matorral de cizaña... y en toda gran guerra, como Glotón de Sangre nunca dejó de recordarnos, el enemigo no es otra cosa más que cizaña que debe ser abatida." 

"Así como nuestras flechas, jabalinas y lanzas de práctica eran cubiertas con hule en las puntas, nuestras maquáhuime de imitación eran inofensivas. Estaban hechas con madera ligera y flexible, para que la espada se rompiera antes de asestar un golpe demasiado fuerte. En lugar de los filos de obsidiana, las orillas estaban guarnecidas sólo con mechones de plumas suaves. Antes de que dos estudiantes libraran un duelo a espada, el maestro mojaba estas plumas en pintura roja, así es que cada golpe recibido se registraba tan vividamente como una herida real y la marca duraba casi tanto tiempo como duraría la de una herida. En muy poco tiempo estuve tan pintado por estas marcas en cara y cuerpo, que me avergonzaba de verme así en público. Fue entonces cuando solicité una audiencia privada con nuestro quáchic. Era un anciano recio, duro como la obsidiana y probablemente sin más preparación en otra cosa que no fuera la guerra, pero no era un necio estúpido." 

Me agaché para hacer el gesto de besar la tierra y todavía arrodillado dije: «Maestro Glotón de Sangre, usted ya sabe que mi vista es mala. Siento que usted está malgastando su tiempo y su paciencia tratando de enseñarme cómo ser un guerrero. Si estas marcas fueran heridas reales hace mucho que estaría muerto.»


Tomado del libro: "El Azteca" de Gary Jennings.

lunes, 14 de marzo de 2011

"Mi encuentro con Yoali Ehécatl, Viento de la Noche"

"Una tarde, me encontré con un extranjero. Chimali, Tlatli, algunos otros muchachos y yo habíamos estado jugando juntos toda la tarde. En una plaza bastante distante de nuestra aldea encontramos el casco de un acali viejo y putrefacto y estuvimos tan absortos jugando a los remeros, que nos sorprendió Tonatíu cuando con su cielo enrojecido dio su llamada de advertencia de que se estaba deparando para irse a dormir. Teníamos que recorrer un largo camino hasta llegar a casa y Tonatíu se apresuraba a su cama más rápido de lo que nosotros podíamos caminar, así es que los otros muchachos echaron a correr."




"A la luz del día yo hubiera podido seguirlos, pero en la semioscuridad del atardecer me vi forzado a moverme más despacio y a caminar con más cuidado. Probablemente los otros nunca me echaron de menos; como sea, pronto se perdieron en la distancia. Llegué al cruce de dos caminos en donde había una banca de piedra. Hacía algún tiempo que no pasaba por allí, pero recordé que la banca tenía varios símbolos grabados y me olvidé de todo. Me olvidé de que ya estaba casi oscuro como para que pudiera ver los grabados, ya no digamos descifrarlos. Me olvidé de por qué estaba allí la banca. Olvidé todas las cosas que me acechaban y que podrían caer sobre mí en cuanto sobreviniera la noche. Incluso oí cercano el grito de un buho y no presté atención a ese presagio de mal agüero. Había algo que leer allí y no podía seguir adelante sin tratar de hacerlo."

"Me incliné sobre las marcas y me fijé en ellas, trazándolas tanto con mis dedos como con mis ojos; me fui moviendo de un lugar a otro, hasta que casi me dejé caer sobre las piernas de un hombre que estaba allí sentado. Di un salto hacia atrás, como si hubiese quemado y murmuré una disculpa:"

M-mixpantzinco. En su augusta presencia...»"

"Con la misma cortesía, pero cansadamente, él me dio la respuesta acostumbrada:"

Ximopanolti. A su conveniencia...»"

"Durante un momento nos miramos fijamente. Supongo que lo único que él vio fue a un muchachito desaliñado y cegato de unos doce años. Yo no podía distinguirlo en detalle, parte porque la noche había caído sobre nosotros y parte porque había saltado lejos de él, pero me pude dar cuenta de que era un forastero o por lo menos lo era para mí, ya que su manto de buena tela estaba manchado por el viaje; sus sandalias gastadas por el mucho caminar, y su piel cobriza, polvorienta por la tierra del camino."

"«¿Cómo te llamas muchacho?», me preguntó al fin;"

"«Bueno, me dicen Topo...», empecé."

"«Puedo creer eso, pero ése no es tu nombre.»"

"Antes de que pudiera contestarle, me hizo otra pregunta."

"«¿Qué estabas haciendo hace un momento?»"

"«Estaba leyendo, Yanquicatzin —realmente no sé qué había en él, que me hizo darle el título de Señor Forastero—. Estaba leyendo lo escrito en la banca.»"

"«¿De veras —lo dijo cansada e incrédulamente—. Nunca te hubiera considerado un joven noble educado. ¿Y qué es lo que dice la escritura?»"

"«Dice: "del pueblo de Xaltocan para que el Señor Viento de la Noche descanse".»"

"«Alguien te dijo eso.»"

"«No, Señor Forastero. Discúlpeme, pero... ¿ve? —Me moví lo suficientemente cerca para apuntar—. Este pico de pato aquí significa viento.»"

"«No es un pico de pato —dejó caer el hombre—. Es una trompeta por la cual el dios sopla los vientos.»"

"«¡Oh! Gracias por decírmelo, mi Señor. De todas formas, significa ehécatl. Y esta otra marca de aquí... todos estos párpados cerrados, significan yoali. Yoali Ehécatl, Viento de la Noche.»"

"«De veras sabes leer, ¿eh?"

"«Muy poco, mi señor. No mucho.»"

"«¿Quién te enseñó?»"

"«Nadie, Señor Forastero. No hay nadie en Xaltocan que enseñe este arte. Es una lástima, porque me gustaría aprender más.»"

"«Entonces debes ir a otra parte.»"

"«Supongo que sí, mi señor.»"

"«Te sugiero que lo hagas ahora mismo. Estoy cansado de oírte leer. Ve a otra parte, muchacho a quien llaman Topo.»"

Oh. Sí. Por supuesto, Señor Forastero. Mixpantzinco.»"

Ximopanolti.»"

"Volteé una vez más la cabeza para verlo por última vez, pero él estaba más allá del alcance de mi corta vista o había sido tragado por la oscuridad o simplemente se había ido."

"Encontré en mi casa un coro formado por mi padre, mi madre y mi hermana, que expresaba una mezcla de preocupación, alivio, consternación y enojo por haber estado  tanto tiempo solo en la peligrosa oscuridad, pero hasta mi madre se quedó callada  cuando le expliqué cómo había sido detenido por el inquisitivo forastero. Ella estaba quieta y callada, y tanto ella como mi hermana miraban a mi padre con los ojos muy abiertos, quien a su vez me contemplaba con esa misma expresión."

"«Te encontraste con él —dijo mi padre roncamente—. Te encontraste con el dios y él te dejó ir. El dios Viento de la Noche.»"

Yoali Ehécatl

"Desvelado toda la noche, traté sin ningún éxito de ver como un dios al brusco viajero, polvoriento y cansado. Aunque si él había sido Viento de la Noche, entonces por tradición se me concedería el deseo de mi corazón. Solamente había un problema."

"Aparte de desear aprender a leer y a escribir correctamente, no sabía cuál era el deseo de mi corazón."

Tomado del libro "El Azteca" de Gary Jennings.
 

martes, 21 de septiembre de 2010

La Piedra del Sol

"Mientras el Uey-Tlatoani iba hablando, los sacerdotes seguían cantando una monodia y cierto número de músicos empezaron a tocar las flautas, huesos hendidos y tambores de cuero, nuestro viejo guía, el hombre de color cacao, nos contaba privadamente la historia de la Piedra del Sol."

"«Al sudeste de aquí está la nación de los chalca. Cuando fue sometida por el difunto Motecuzoma y hecha nación vasalla, hace veintidós años, los chalca fueron, naturalmente, obligados a pagar tributo a los victoriosos mexica. Dos jóvenes chalca, que eran hermanos, se ofrecieron voluntariamente a tallar una pieza cada uno, para ser colocada aquí en El Corazón del Ünico Mundo. Escogieron piedras parecidas, pero diferentes temas y trabajaron aparte; nadie más que ellos vio su propio trabajo.»"

Seguro que sus esposas lo verían furtivamente», dijo mi padre que tenía esa clase de mujer."

"«Nadie echó ni siquiera una mirada —repitió el viejo— durante todos esos veintidós años, cada uno de ellos esculpió y pintó su propia piedra, y también durante ese tiempo ellos llegaron a la edad madura y Motecuzoma se fue al mundo del más allá. Luego, cuando terminaron sus obras, separadamente las envolvieron con heno y esterillas de fibra y el Señor de los chalca reunió unos mil cargadores forzudos para transportar las piedras hasta aquí, a la capital.»"

"Gesticuló hacia el objeto que, todavía cubierto, estaba en lo alto de la terraza. «Como podéis ver, la Piedra del Sol es inmensa: más de dos veces la estatura de dos hombres, y terriblemente pesada: el peso de trescientos veinte hombres juntos. La otra piedra era más o menos igual. Fueron traídas aquí a través de sendas escabrosas y hasta por donde no había senderos. Fueron deslizadas sobre rodillos de troncos, moviéndose despacio sobre varaderas y transportadas en grandes balsas a través de los ríos. Pensad sólo en el trabajo, en el sudor, los huesos rotos y en la cantidad de hombres que cayeron muertos cuando ya no pudieron jalar más o soportar los látigos de los capataces que los fustigaban.»"

"«¿Dónde está la otra piedra?», pregunté, pero me ignoró."


"Alrededor, se encontraba otro círculo con los rayos del sol diurno alternando con las estrellas nocturnas, todo esto cercado en su totalidad por dos esculturas de la Serpiente de Fuego del Tiempo, con sus colas rematando la parte de arriba de la piedra, sus cuerpos enroscándose alrededor de ella y sus cabezas encontrándose en su base. En una sola piedra, ese artista único había plasmado todo nuestro universo, todo nuestro tiempo."

"«Al fin llegaron a los lagos, de Chalco y de Xochimilco, que cruzaron en balsas, hasta llegar al camino-puente que corre hacia el norte de Tenochtitlan. Desde allí, no había más que un camino ancho y recto de no más de dos carreras largas, hasta aquí. Los escultores suspiraron con alivio. Tanto ellos como otros muchos hombres habían trabajado muy duro; sin embargo, esos monumentos tan difícilmente transportados ya estaban a la vista de su destino...»"


Calendario Azteca o piedra de Axayácatl



"La pura entalladura estaba más allá de lo que se pueda creer, pues ésta era de pórfido, una piedra tan dura como el granito. En el centro estaba el rostro de Tonatíu, sus ojos miraban fijamente, su boca estaba abierta y a cada uno de los lados de su cabeza había unas garras apretando los corazones humanos que lo nutrían. Después, y en círculo, estaban los símbolos de las cuatro épocas del mundo, las cuales precedían a la era en que ahora vivimos, y alrededor de éstos, en otro círculo, se encontraban los de nuestros veintidós nombres de los días, y alrededor de ellos los glifos alternativos de piedra jade y turquesa, las gemas más preciadas de todas las encontradas en nuestras tierras."

Tonatíuh
"Estaba pintada en colores bien delineados, meticulosamente aplicados en aquellos lugares precisos a los que correspondía cada uno. Sin embargo, la destreza real del pintor era más evidente en donde no había color. El pórfido es una piedra compuesta por muchos fragmentos de otras y éstas incluyen mica, feldespato y cuarzo, que por sí mismas poseen diversos resplandores o intensifican cualquier color cerca de ellas."

"Dondequiera que estuviera empotrado uno de estos pedacitos cristalinos de roca, el artista lo dejó sin pintar. En aquel momento, cuando la Piedra del Sol estuvo en el resplandor del mediodía de Tonatíu, esas joyas pequeñitas y cristalinas parpadeaban hacia nosotros como una luz solar saliendo del brillante colorido. Ese gran objeto parecía, no tanto como si estuviera coloreado, sino más bien totalmente iluminado."

"Sin embargo, supongo que para creerlo tendrían que haberlo visto en toda su gloria original. O a través de los límpidos ojos y la clara luz con que yo lo gocé en aquellos días. O quizá, bajo el influjo de la mente de un niñito pagano, todavía impresionable e ignorante..."

"De todas formas, volví mi atención hacia nuestro guía, quien continuaba su interrumpida historia acerca de los penosos problemas para hacer llegar las piedras: «Nunca antes el camino-puente de Coyohuacan había sostenido un peso tan grande."

"Debido a esto fue cuando las poderosas piedras de los dos hermanos llegaron deslizándose sobre sus rodillos, una detrás de otra; repentinamente, el camino-puente se venció bajo el peso de la primera y la piedra envuelta fue a dar al fondo del lago de Texcoco. Los cargadores de la segunda, la Piedra del Sol que está aquí, se detuvieron a muy poca distancia de la orilla del puente roto. La Piedra del Sol fue puesta otra vez en una balsa y transportada por agua, alrededor de la isla, hasta la plaza. Ésta es la única que se salvó, para ser admirada por nosotros esta mañana.»"

«¿Y la otra? —Preguntó mi padre—. Después de todo ese trabajo, ¿no pudieron hacer un pequeño esfuerzo más?»

"«Oh, así fue, mi señor. Los más expertos nadadores se sumergieron una y otra vez, pero el fondo del lago de Texcoco es fangoso y quizás insondable. También utilizaron largas estacas para sondear, pero nunca pudieron localizarla. La piedra, como haya sido esculpida, debe haber caído de lado.»"

"«¿Como haya sido esculpida?», repitió mi padre."

"«Sólo el artista posó sus ojos sobre ella. La piedra pudo haber sido mucho más grandiosa que ésta —el viejo señalaba la Piedra del Sol—, pero nunca lo sabremos.»"

"«¿Y nunca dijo el artista cómo había sido?», pregunté."

"«No, nunca.»"

"Persistí: «Bueno, ¿y no podría hacerla otra vez?» El trabajo de veintidós años se me antojaba en aquel entonces algo menos de lo que me parecería ahora."

"«Quizás la hubiera podido hacer, pero ya nunca lo hará. Tomó ese desastre como una evidencia de su tonali, como un signo de que los dioses rechazaban su ofrenda. Él fue al que el Venerado Orador acaba de honrar, dándole la Muerte Florida por su propia mano. El artista rechazado se dio a sí mismo para ser la primera víctima en sacrificio a la Piedra del Sol.»"

"«Para la obra de su hermano —murmuró mi padre—. ¿Y mientras tanto, qué es de su
hermano?»"

"«Él recibirá honores, ricos presentes y el -tzin para su nombre —dijo nuestro guía—."

"Sin embargo, él y todo el mundo se preguntará por siempre: ¿No será la piedra que yace en el fondo del lago de Texcoco, sin haber sido nunca vista, una obra mucho más sublime que esta Piedra del Sol?»"

"En verdad que con el tiempo, el mito que engrandece lo desconocido llega a ser un tesoro mucho más grande que la realidad tangible. La escultura perdida llegó a ser conocida con el nombre de In Huehuetótetl: la Piedra Más Venerable. Y la Piedra del Sol llegó a ser vista, solamente, como su substituto."

Tomado del libro: El Azteca", de Gary Jennings

jueves, 16 de septiembre de 2010

Tonatíu y Huitzilopochtli

"En el centro de la ciudad había poco tránsito comercial, pero todos los ciudadanos no ocupados en negocios urgentes habían empezado a congregarse en la gran plaza, para la ceremonia de la que mi padre había oído hablar. Preguntó a un transeúnte de qué se trataba y éste le respondió: «La dedicatoria a la Piedra del Sol, por supuesto, para celebrar la dependencia de Tlaltelolco.»"


"En aquellos días, la plaza central de TenochtitlanIn Cem-Anáhuac Yoyotli, El Corazón del Ünico Mundo— no tenía ni la mitad del bellísimo esplendor que llegaría a ver en mis visitas posteriores. El Muro de la Serpiente no había sido construido todavía para circundar esa área. El Venerado Orador Axayácatl todavía vivía en el palacio que había sido de su difunto padre Motecuzoma, mientras uno nuevo sería construido para él, diagonalmente, al otro lado de la plaza. La Gran Pirámide nueva, empezada por el primer Motecuzoma estaba todavía sin terminar. Sus muros de piedra inclinados y las escaleras con pasamanos de serpientes, terminaban bastante por encima de nuestras cabezas y más arriba aún se podía atisbar la pequeña pirámide primitiva, que más tarde sería totalmente cubierta y agrandada."


"La Piedra del Sol, era el centro de atención de todas las miradas, y se asentaba para esa ocasión en la terraza, en medio de las dos amplias escaleras, de la inacabada Gran Pirámide. Estaba cubierta a nuestra vista por un manto de algodón de deslumbrante blancura."
Piedra del Sol


"«Aquí llega el Gran Tesorero —dijo nuestro guía—. Ciuacóatl, Mujer Serpiente, quien es el segundo en mando después del Venerado Orador.» Me giré, ansioso por ver la Mujer Serpiente, a quien supuse una curiosidad como esos «animales humanos», pero no era más que otro pili, un hombre que sólo se distinguía por estar ataviado mucho más vistosamente que los demás nobles. El pendiente que atravesaba su labio inferior era tan pesado que tiraba de éste hacia abajo, dándole una expresión a su rostro como si estuviera haciendo pucheros. Era un pendiente taimado: una miniatura de una serpiente en oro, hecha de tal manera que meneaba y sacaba su pequeña lengua cada vez que el Señor Tesorero se sacudía en su silla."

"Nuestro guía se rió de mí; él había notado mi desilusión. «Mujer Serpiente es solamente un título, niño, no una descripción —me dijo—. Cada Gran Tesorero siempre ha sido llamado Ciuacóatl, aunque probablemente ninguno de ellos podría decirte el porqué. Mi teoría es que ambas, serpientes y mujeres, se enroscan apretadamente a cualquier tesoro que puedan retener.»"


"Entonces el gentío congregado en la plaza que hasta entonces había estado murmurando, dejó de hacerlo; el Uey-Tlatoani en persona acababa de aparecer."


"El Venerado Orador nos explicó el significado de la Piedra del Sol, mientras los sacerdotes cantaban oraciones e invocaciones cada vez que él hacía una pausa para respirar. No puedo recordar ahora las palabras de Axayácatl y probablemente no las entendí todas en aquel momento, pero la esencia era ésta: aunque la Piedra del Sol tenía grabado al dios-sol Tonatiú, éste tenía que compartir los honores con el dios principal de Tenochtitlan, Huitzilopochtli, Chupamirto del Sur."

Huitzilopochtli



"Ya he dicho cómo nuestros dioses podían tener nombres y aspectos diferentes. Pues bien, Tonatiú era el sol, y el sol es indispensable, ya que toda vida en la tierra perecería sin él. Nosotros los de Xaltocan y las gentes de muchas otras comunidades, estábamos satisfechos de venerarlo como el sol. Sin embargo, parece obvio que el sol necesita nutrirse para tener fuerza y así poder continuar en sus labores diarias — ¿y qué podríamos darle para vitalizarlo e inspirarlo más, que estuviera a la altura de lo que él nos daba? Solamente la misma vida humana. Por lo tanto el bondadoso dios-sol tenía otro aspecto de ferocidad, el dios de la guerra Huitzilopochtli, quien nos guiaba a nosotros los mexica en todas nuestras batallas para saquear y procurar prisioneros para ese necesario sacrificio. Era bajo este aspecto austero de Huitzilopochtli, como el dios era más reverenciado aquí en Tenochtitlan, porque aquí era donde todas nuestras guerras se planeaban, se declaraban y donde se reunían todos los guerreros. Bajo otro nombre, el de Tezcatlipoca, Espejo Humeante, el sol era el dios principal de nuestra nación vecina de los acolhua. Yo he llegado a sospechar que en otras naciones innumerables, que nunca he visitado e incluso en algunas más allá del mar de donde ustedes los españoles llegaron, veneran igualmente a este mismo dios-sol, naturalmente llamándole por algún otro nombre de acuerdo a como ellos lo ven, sonriente o ceñudo."
Tezcatlipoca

"La muchedumbre que nos rodeaba hizo un ruido. El grupo de hombres que ofrecería su sangre vital en ese día de la consagración de la Piedra del Sol estaban en filas en ese momento, y el primero de ellos ya ascendía los escalones de la pirámide. No parecía ser un guerrero enemigo cautivo; era un hombre medio rechoncho, más o menos de la edad de mi padre, que llevaba puesto un blanquísimo taparrabo y a pesar de verse macilento e infeliz, iba voluntariamente desatado y sin que los guardias tuvieran que empujarle. Allí, parado en la terraza, miró estoicamente, mientras los sacerdotes columpiaban sus incensarios humeantes y hacían los gestos rituales con susmanos y sus bastones. Entonces, uno de los sacerdotes tomó al xochimiqui, gentilmente lo volteó y le ayudó a acostarse de espaldas sobre el bloque de piedra que estaba enfrente del monumento velado. El bloque era una simple piedra a la altura de las rodillas, en forma más o menos como de una pirámide en miniatura, así es que cuando el hombre se acostó, estirado sobre la piedra, su cuerpo se arqueó de tal manera que su pecho sobresalió como si estuviera deseoso del cuchillo."


"Él estaba tendido, a nuestra vista, de costado y a lo largo, y sus brazos y piernas eran asidos por cuatro sacerdotes-ayudantes, mientras que atrás de él estaba el sacerdote principal, el ejecutor, sosteniendo el cuchillo de obsidiana negra, ancho y de forma casi plana. Antes de que el sacerdote hiciera algún movimiento, el hombre alzó su cabeza colgante y dijo algo. Se cruzaron algunas otras palabras entre ellos en la terraza y entonces el tlamacazqui, entregando el cuchillo a Axayácatl cambió de lugar con él. La multitud hizo un ruido de sorpresa y perplejidad. Esa víctima en particular, por alguna razón, se le concedió el gran honor de ser sacrificado por el Uey-Tlatoáni en persona. Axayácatl no titubeó ni tentaleó. Tan experto como cualquier sacerdote, apuñaló el pecho del hombre exactamente sobre el lado izquierdo, justo debajo de la tetilla y entre las dos costillas, luego hizo un tajo con el filo del cuchillo, girando la parte ancha de éste para separar las costillas y poder hacer la herida mucho más ancha. Con la otra mano buscó dentro de la herida sangrante, sacó el corazón completo, todavía palpitante, y lo desgarró, perdiendo el entrelazado de sus vasos sanguíneos. No fue sino hasta entonces, que el xochimiqui profirió su primer quejido de dolor, un sollozo gimoteante, el último sonido de su vida."

"Mientras el Venerado Orador sostenía en lo alto ese reluciente objeto rojo-púrpura, que todavía goteaba, un tlamacazqui, sacerdote, dio un tirón a un cordón oculto en alguna parte, el velo que cubría la Piedra del Sol cayó y la multitud dio un grito concentrado de admiración: «¡Áy-yo-o-o-o!» Axayácatl se volvió, levantando en lo alto el corazón de la víctima y lo colocó en el centro exacto de la piedra circular, dentro de la boca tallada de Tonatíu; machacó y restregó el corazón hasta que no quedó nada de él en su mano y no fue más que una mancha más sobre la piedra."


"Los sacerdotes me habían contado que una persona sacrificada generalmente vivía lo suficiente como para ver lo que pasaba con su corazón, pero ese hombre no pudo ver mucho. Cuando Axayácatl terminó, la sangre y los pedazos de carne difícilmente eran visibles, pues la cara tallada del sol estaba pintada de un color semejante a la sangre del corazón."


"«Estuvo bien hecho —dijo el hombre encorvado que estaba al lado de mi padre—. He visto corazones que laten tan vigorosamente que han saltado de los dedos de los ejecutores, pero creo que este corazón en particular, ya estaba roto.»"


"El xochimiqui yacía inmóvil, excepto por su piel que se contraía aquí y allá, como la piel de los perros cuando son atormentados por las moscas. Los sacerdotes quitaron sus despojos de la piedra y los dejaron tirados en la terraza, sin ninguna ceremonia, mientras la segunda víctima ascendía bregando los escalones."

"Axayácatl no hizo más honor a ningún otro de los xochimique, sino que les dejó el resto a los sacerdotes."

Tomado del libro: El Azteca", de Gary Jennings

jueves, 9 de septiembre de 2010

Viaje a Tenochtitlan

"Si todavía no sabía cuál sería el oficio de mi vida, por lo menos sí sabía dónde iba a practicarlo, en la espléndida, maravillosa y pasmosa ciudad de Tenochtitlan. Esto lo supe desde mi primer viaje allí, la visita que había sido un regalo de mi padre en mi cumpleaños número siete, el día en que me dieron mi nuevo nombre."


"Antes de eso, mis padres, a quienes yo seguía, habían ido a consultar al tonálpoqui residente de la isla —o conocedor del tonáltamatl, el libro tradicional de nombres—."

"Después de desdoblar las capas de páginas hasta lograr la completa longitud del libro, usando la mayor parte del piso de su cuarto, el viejo vidente dio un escrutinio prolongado, moviendo los labios cada vez que hacía mención a los símbolos de las estrellas y a las actividades más relevantes de los dioses en el día Siete Flor, en el mes del Dios Ascendiente del año Trece Conejo. Luego inclinó la cabeza, volvió a doblar el libro con reverencia, aceptó sus honorarios consistentes en un rollo de tela fina, me roció con agua especial para las celebraciones y proclamó que mi nombre sería Chicome-Xóchitl-Tliléctic-Mixtli, para conmemorar la tormenta que había asistido a mi nacimiento. Desde entonces y en adelante yo sería conocido formalmente como Siete Flor Oscura Nube y llamado informalmente Mixtli."

"En la mañana temprano de mi importante cumpleaños, me llevaron al palacio del tecutli y el Señor Garza Roja nos recibió personalmente con amabilidad y ceremonia. Me palmeó ligeramente la cabeza y dijo paternalmente con buen humor: «Otro hombre ha crecido para la gloria de Xaltocan, ¿verdad?» Con su propia mano dibujó los símbolos de mi nombre: siete puntos, el símbolo de los tres pétalos de flor, la burbuja gris que significa la nube oscura, en el íocayámatl, el registro oficial de todos los habitantes de la isla."
 
"Así vi Tenochtitlan por primera vez en mi vida: no como una ciudad de torres de piedra, de ricos enmaderados y pinturas brillantes, sino como una ciudad de luz. Dejamos la isla de Xaltocan mucho antes del mediodía, pero estaba bien entrada la noche cuando llegamos al muelle de Tenochtitlan."

Tenochtitlan

Mexico-Tenochtitlan, Cem-Anáhuac Tlali Yoloco —murmuró mi padre—. Es realmente El Corazón y el Centro del Ünico Mundo.» Yo había estado tan transportado por el encanto, que no me había dado cuenta de que él estaba a mi lado. «Mira todo lo que puedas, hijo Mixtli. Tú puedes ver esta maravilla y muchas otras más de una vez, pero siempre y por siempre habrá sólo una primera vez.»"
"Sin parpadear o mover los ojos del esplendor al que nos acercábamos con demasiada lentitud, me recosté sobre una esterilla de fibra y miré y miré hasta que, me avergüenza decirlo, mis párpados se cerraron por sí solos y me quedé dormido."

"Desperté en un jergón en el piso de un cuarto común, donde mi padre y otros pocos hombres más, estaban todavía acostados roncando en sus jergones. Al darme cuenta de que estábamos en una posada y de dónde estaba la posada, brinqué para asomarme por la abertura de la ventana, podía ver a lo lejos, por el sudeste, los picos de los dos volcanes llamados Popocatépelt e Ixtaccíhuatl, la montaña del Incienso Ardiendo y la montaña de la Mujer Blanca. A pesar de que ya estábamos en la estación seca y los días eran calurosos, las dos montañas estaban coronadas de nieve, la primera que veía en mi vida, y el candente incienso que se hallaba en las profundidades del Popocatépetl producía un penacho de humo azul que flotaba sobre su cumbre, tan perezosamente como las banderolas flotaban sobre Tenochtitlan. Desde la ventana insté a mi padre para que se levantara. Debía de estar cansado y deseoso de dormir más, pero se levantó sin ninguna queja, con una sonrisa de comprensión hacia mi deseo de salir."

Popocatépetl e Ixtaccihuatl

"El desembarco y entrega de nuestro cargamento era responsabilidad del jefe encargado de fletes del lanchón, así es que mi padre y yo teníamos todo el día para nosotros. Él traía solamente el encargo de comprar algunas cosas para mi madre, por lo que dirigimos nuestros pasos hacia el norte, hacia Tlaltelolco."

"Esta parte de la isla que ahora ustedes llaman Santiago está separada de la parte sur solamente por un extenso canal atravesado por varios puentes. Sin embargo, Tlaltelolco fue por muchos años una ciudad independiente, con sus propios gobernantes, y trató siempre, osadamente, de aventajar a Tenochtitlan, pretendiendo ser la primera ciudad mexica. Las ilusiones de superioridad de Tlaltelolco fueron por mucho tiempo toleradas humorísticamente por nuestros Venerados Oradores. Pero cuando su último gobernante Moquíhuix tuvo el descaro de construir la pirámide-templo más alta de todas las que había en los cuatro distritos de Tenochtitlan, el Uey-Tlatoáni Axayácatl, justificadamente, se sintió humillado. Así es que ordenó a sus hechiceros hostigar a ese vecino ya intolerable."

Moquíhuix cae del templo
 
"Si la historia es cierta, a Moquíhuix le habló la cara de una pared de piedra labrada que estaba en la sala del trono. Lo que le dijo acerca de su virilidad fue tan insultante que Moquíhuix, agarrando una cachiporra de guerra, pulverizó el grabado. Después, cuando Moquíhuix fue a la cama con su real compañera, los labios de sus tepili, partes, también le hablaron, menospreciando su virilidad. Esos sucesos, aparte de dejar impotente a Moquíhuix incluso con sus concubinas, le asustaron muchísimo, pero aun así no rindió vasallaje al Venerado Orador. Por lo que al principio del mismo año en que yo había hecho la visita del día de mi nombre, Axayácatl tuvo que tomar Tlaltelolco por las armas. El mismo Axayácatl, personalmente, lanzó a Moquíhuix desde lo alto de su propia pirámide, dejándole sus sesos bien destrozados."

Tomado del libro: "El Azteca" de Gary Jennings

sábado, 28 de agosto de 2010

Señor Garza Roja

"Una parte de la piedra caliza de Xaltocan había sido utilizada hace mucho tiempo para la construcción de la icpac tlamanacali y teocaltin de nuestra isla, nuestra pirámide con sus templos diversos, como ustedes les llaman. Una parte de la piedra excavada siempre fue reservada para los impuestos que pagábamos a la tesorería de la nación y para nuestro tributo anual al Venerado Orador y a su Consejo de Voceros. (El Uey- Tlatoáni Motecuzoma había muerto cuando yo tenía tres años de edad y en aquel mismo año el gobierno y el trono habían sido entregados a su hijo Axayácatl, Cara de Agua.) Otra parte de la piedra era reservada para el provecho de nuestro tecutli, o gobernador, para algunos otros nobles de rango y también para los gastos de la isla: construcción de canoas para el transporte, compra de esclavos para los trabajos menos agradables, pago de los sueldos de los canteros y cosas parecidas. Sin embargo, siempre sobraba mucho de nuestro producto mineral para la exportación y para trueque."

Axayácatl

"En mi tiempo, el gobernador de Xaltocan era Tlauquéchotltzin, el Señor Garza Roja, un hombre cuyos lejanos antepasados habían sido de los primeros colonizadores mexica en la isla y el hombre que ocupaba el rango más alto entre la nobleza local. Eso garantizaba su cargo como nuestro tecutli de por vida, como era la costumbre en la mayoría de los distritos y comunidades, y como representante nuestro ante el Consejo de Voceros encabezado por el Venerado Orador y como gobernador de la isla, de sus canteras, el lago que le circundaba y cada uno de sus habitantes, excepto en cierta medida de los sacerdotes, quienes mantenían que sólo debían lealtad a los dioses."


"No todas las comunidades tenían tanta suerte con su tecutli como la nuestra en Xaltocan. Se esperaba que un miembro de la nobleza viviera a la altura de su posición social, o sea, ser noble, pero no todos lo eran. Ningún pili nacido dentro de la nobleza podía ser rebajado a una clase más baja, sin importar cuán innoble fuese su conducta. Sin embargo, si su conducta era inexcusable, podía ser cesado de su puesto o aun ser sentenciado a muerte por sus camaradas. También debo mencionar que la mayoría de los nobles lo eran por haber nacido de padres nobles, pero no era imposible para un simple plebeyo ganar el derecho a esa clase superior."

"Recuerdo a dos hombres de Xaltocan quienes habían sido elevados a la nobleza y se les había dado un ingreso estimable de por vida. Uno era Colótic-Miztli, un viejo guerrero que en otro tiempo había cumplido con su nombre de Fiero Cugar de la Montaña, haciendo algún hecho de armas en alguna guerra ya olvidada contra algún antiguo enemigo. Esto le había costado tantas cicatrices que era horrible verlo, pero había ganado así el codiciado sufijo de -tzin a su nombre: Miztzin, Señor Cugar de la Montaña. El otro era Quali-Améyatl, o Fuente Buena, un joven arquitecto de buenas maneras que no hizo otra cosa más notable que diseñar unos jardines en el palacio del gobernador. Pero Améyatl era tan bien parecido como Miztzin era repugnante, y durante su trabajo en el palacio había ganado el corazón de una joven que se llamaba Ahuachtli, Gota de Rocío, quien por casualidad era la hija del gobernador. Cuando se casó con ella, vino a ser Améyatzin, el Señor Fuente."

"Como creo que ya indiqué, nuestro Señor Garza Roja era un tecutli jovial y generoso, pero sobre todo un hombre justo. Cuando su propia hija Gota de Rocío se cansó de su Señor Fuente, plebeyo de nacimiento y fue sorprendida en adulterio con un pili noble de nacimiento, Garza Roja ordenó que ambos fueran sentenciados a muerte. Muchos otros nobles le pidieron que perdonara la vida de la joven mujer y que en su lugar la desterrara de la isla. Incluso el esposo juró a su suegro que él yá había perdonado el adulterio de su esposa y que tanto él como Gota de Rocío se irían a alguna nación lejana. Aunque todos sabíamos cuánto amaba a su hija, el gobernador no se dejó influenciar. Dijo: «Me llamarían injusto si por mi propia hija no obedezco una ley que se hace cumplir a mis súbditos.» Y dijo a su yerno: «La gente dirá algún día que tú perdonaste a mi hija en deferencia a mi puesto y no por tu propia y libre voluntad.» Y ordenó que todas las mujeres y jovencitas de Xaltocan fueran a su palacio para ser testigos de la ejecución de Gota de Rocío. «Especialmente las nubiles y las doncellas —dijo él—, porque son muy excitables y quizás se inclinen a simpatizar con la infidelidad de mi hija e inclusive envidiarla. Dejemos, pues, que se sobresalten con su muerte, para que en su lugar se concentren en la severidad de las consecuencias.»"

"Así es que mi madre fue a la ejecución y llevó consigo a mi hermana Tzitzitlini. Mi madre dijo que la vil Gota de Rocío y su amante habían sido estrangulados con sogas disfrazadas de guirnaldas de flores a la vista de toda la población, y que la joven mujer aceptó muy mal su castigo, con súplicas, luchas y terrores, y que Fuente Buena, su traicionado marido, lloró por ella, pero que el Señor Garza Roja había estado observando sin ninguna expresión en su rostro. Tzitzi no hizo ningún comentario sobre el espectáculo, pero me contó que en el palacio conoció al joven hermano de la mujer condenada, Pactli, el hijo de Garza Roja."


"«Él me miró largamente —dijo ella con un escalofrío— y me sonrió enseñando sus dientes. ¿Puedes creer tal cosa en un día semejante? Fue una mirada que me puso la carne de ganso.»"

Tomado del libro: "El azteca", de Gary Jennings

miércoles, 25 de agosto de 2010

El Unico Mundo

"Para que ustedes no tengan la impresión de que yo y algunos otros que he mencionado vivíamos separados del resto de la humanidad en algún tipo de aislamiento, les daré una visión más amplia. Iré hacia atrás y lejos en mi mente, en mi memoria, para hacerles ver mejor como un todo nuestra relación con nuestro mundo. A éste nosotros le llamábamos Cem-Anáhuac, que quiere decir El Ünico Mundo."

"Nuestros días aquí son siempre suaves como en la primavera, aun durante la temporada de lluvias en mitad del verano, hasta que llega el seco invierno, cuando Títitl, el dios de los días más cortos del año, elige algunos de estos días para hacerlos fríos o incluso dolorosamente fríos."

"La parte más poblada de todo El Ünico Mundo es esa depresión en forma de cuenca que está en la meseta y que actualmente ustedes lo llaman el Valle de México. Ahí se encuentran los lagos que hacen de esta área un lugar muy atractivo para la vida humana. En realidad, solamente hay un lago enorme, apretado por la tierra en dos lugares de manera que hay tres grandes cuerpos de agua conectados por unos estrechos más angostos. El lago más pequeño, que está más al sur, es alimentado por arroyos claros formados por las nieves derretidas de las montañas. El lago que está más al norte y de tamaño mediano, donde yo pasé mis primeros años, es de agua rojiza y salada, demasiado astringente para ser potable, porque está rodeado de tierras minerales que dejan sus sales en el agua. El lago central, Texcoco, mucho más grande que los otros dos juntos y mezclado con aguas salinas y frescas, tiene una calidad ligeramente áspera."
Los Lagos (Imagen Invertida)

"A pesar de que hay solamente un lago, o tres, si ustedes quieren, siempre los hemos dividido por cinco nombres. El lago de Texcoco, de color turbio, es el único que tiene un solo nombre. El lago más pequeño y cristalino, que está al sur, se llama el lago de Xochimilco en su parte alta: El Jardín de las Flores, porque es el vivero de las plantas más preciosas de todas las tierras alrededor. En su parte inferior, el lago es llamado Chalco, por la nación chalca que vive en su orilla. El lago que está más al norte, aunque también es un solo cuerpo de agua, está dividido asimismo. El pueblo que vive en Tzumpanco, que significa Isla en Forma de Calavera, le llama a su mitad el lago Tzumpanco. El pueblo donde nací, Xaltocan, que significa Isla de los Cuyos, llama a su porción el lago de Xaltocan."

"En un sentido, yo podría comparar a estos lagos con nuestros dioses —nuestros antiguos dioses—. He escuchado a ustedes, los cristianos, quejarse de nuestra «multitud» de dioses y diosas, quienes tenían soberanía sobre cada faceta de la naturaleza y del comportamiento humano. Los he escuchado lamentarse de que nunca han podido entender ni comprender el funcionamiento de nuestro atestado panteísmo. Sin embargo, yo he contado y comparado. Yo no creo que nosotros dependiéramos de tantas deidades mayores y menores, por lo menos no tanto como ustedes —el Señor Dios, Su Hijo Jesús, el Espíritu Santo, la Virgen María, además de todos los otros Seres Altos a quienes ustedes llaman Ángeles y Apóstoles y Santos; cada uno de ellos patrón gobernante de alguna faceta única de su mundo, de sus días, de sus tonalin y aun de cada uno de los días de su calendario—. En verdad, creo que nosotros reconocíamos menos deidades, pero a cada una de las nuestras les encargábamos diferentes funciones a la vez."

"La isla de Xaltocan es realmente casi una roca gigantesca asentada en medio del lago salado y bastante retirada de la tierra firme. Si no hubiera sido por los tres manantiales naturales de agua fresca que salían burbujeando de la roca, la isla nunca hubiera sido poblada, pero en mi tiempo sostenía quizás a unas dos mil personas distribuidas entre veinte aldeas. La roca era nuestro apoyo en más de un sentido, porque era tenéxtetl, piedra caliza, un producto por demás valioso. En su estado natural, esta clase de piedra es bastante suave y fácil de ser tallada."

Tomado del libro: "El Azteca", de Gary Jennings