miércoles, 18 de agosto de 2010

Mi nacimiento

"En el dia que nosotros llamamos Siete Flor, en el mes del Dios Ascendente, en el año Trece Conejo, el Dios de la lluvia Tlaloc, era el que hablaba mas fuerte, en una tormenta resonante."

"En la tarde de ese día, en medio del tumulto causado por la tormenta, en una pequeña casa en la isla de Xaltocan, nací de mi madre para empezar a morir."

"Yo he calculado que la fecha de mi nacimiento debió de ser el vigésimo día de su mes llamado septiembre, en su año numerado como mil cuatrocientos sesenta y seis. Esto fue durante el reinado de Motecuzoma Illuicamina, en su idioma el Furioso Señor que Dispara sus Flechas Hacia el Cielo. Él era nuestro Uey-Tlatoani o Venerado Orador, nuestro título de lo que vendría a ser para ustedes rey o emperador. Pero el nombre de Motecuzoma o de cualquier otro no significaba entonces mucho para mí."

"La comadrona me dio por nombre Siete Flor. Este nombre del día de nacimiento sería el mío hasta haber pasado los peligros de la infancia, o sea hasta que tuviera siete años, en cuya edad se podía suponer que podría vivir lo suficiente para poder crecer, y entonces me sería dado un nombre de adulto más distintivo."

"Ella dijo: «Siete Flor, mi muy amado y tierno niño que he recibido, he aquí la palabra que nos fue dada hace mucho tiempo por los dioses. Tú has nacido de esta madre y este padre solamente para ser guerrero y siervo de los dioses. Este lugar en el que acabas de nacer, no es tu verdadero hogar.»"

"Y ella dijo: «Siete Flor, tu deber más importante es dar a beber al sol la sangre de tus enemigos y alimentar la tierra con los cadáveres de tus oponentes. Si tu tonali es fuerte, estarás por muy poco tiempo con nosotros y en este lugar. Tu verdadero hogar estará en la tierra de nuestro dios-sol Tonatíu.»"
Tonatíu

"Las palabras de la comadrona acerca de ser guerrero y sobre el sacrificio, no eran más que la repetición del canto del censontli. Yo he escuchado otras muchas arengas tan edificantes como ésas, de mi padre, de mis maestros, de nuestros sacerdotes y de los suyos, todas ellas ecos insensatos de lo que a su vez ellos escucharon de generaciones pasadas a través de los años."

"Todo era nuevo y novedoso en el mundo, como una vez lo fue para nuestro Señor Orne-tecutli y nuestra Señora Omecíhuatl, la Primera Pareja, los primeros seres de toda la creación."

(Tomado del libro: "El Azteca", de Gary Jennings)

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