sábado, 28 de agosto de 2010

Señor Garza Roja

"Una parte de la piedra caliza de Xaltocan había sido utilizada hace mucho tiempo para la construcción de la icpac tlamanacali y teocaltin de nuestra isla, nuestra pirámide con sus templos diversos, como ustedes les llaman. Una parte de la piedra excavada siempre fue reservada para los impuestos que pagábamos a la tesorería de la nación y para nuestro tributo anual al Venerado Orador y a su Consejo de Voceros. (El Uey- Tlatoáni Motecuzoma había muerto cuando yo tenía tres años de edad y en aquel mismo año el gobierno y el trono habían sido entregados a su hijo Axayácatl, Cara de Agua.) Otra parte de la piedra era reservada para el provecho de nuestro tecutli, o gobernador, para algunos otros nobles de rango y también para los gastos de la isla: construcción de canoas para el transporte, compra de esclavos para los trabajos menos agradables, pago de los sueldos de los canteros y cosas parecidas. Sin embargo, siempre sobraba mucho de nuestro producto mineral para la exportación y para trueque."

Axayácatl

"En mi tiempo, el gobernador de Xaltocan era Tlauquéchotltzin, el Señor Garza Roja, un hombre cuyos lejanos antepasados habían sido de los primeros colonizadores mexica en la isla y el hombre que ocupaba el rango más alto entre la nobleza local. Eso garantizaba su cargo como nuestro tecutli de por vida, como era la costumbre en la mayoría de los distritos y comunidades, y como representante nuestro ante el Consejo de Voceros encabezado por el Venerado Orador y como gobernador de la isla, de sus canteras, el lago que le circundaba y cada uno de sus habitantes, excepto en cierta medida de los sacerdotes, quienes mantenían que sólo debían lealtad a los dioses."


"No todas las comunidades tenían tanta suerte con su tecutli como la nuestra en Xaltocan. Se esperaba que un miembro de la nobleza viviera a la altura de su posición social, o sea, ser noble, pero no todos lo eran. Ningún pili nacido dentro de la nobleza podía ser rebajado a una clase más baja, sin importar cuán innoble fuese su conducta. Sin embargo, si su conducta era inexcusable, podía ser cesado de su puesto o aun ser sentenciado a muerte por sus camaradas. También debo mencionar que la mayoría de los nobles lo eran por haber nacido de padres nobles, pero no era imposible para un simple plebeyo ganar el derecho a esa clase superior."

"Recuerdo a dos hombres de Xaltocan quienes habían sido elevados a la nobleza y se les había dado un ingreso estimable de por vida. Uno era Colótic-Miztli, un viejo guerrero que en otro tiempo había cumplido con su nombre de Fiero Cugar de la Montaña, haciendo algún hecho de armas en alguna guerra ya olvidada contra algún antiguo enemigo. Esto le había costado tantas cicatrices que era horrible verlo, pero había ganado así el codiciado sufijo de -tzin a su nombre: Miztzin, Señor Cugar de la Montaña. El otro era Quali-Améyatl, o Fuente Buena, un joven arquitecto de buenas maneras que no hizo otra cosa más notable que diseñar unos jardines en el palacio del gobernador. Pero Améyatl era tan bien parecido como Miztzin era repugnante, y durante su trabajo en el palacio había ganado el corazón de una joven que se llamaba Ahuachtli, Gota de Rocío, quien por casualidad era la hija del gobernador. Cuando se casó con ella, vino a ser Améyatzin, el Señor Fuente."

"Como creo que ya indiqué, nuestro Señor Garza Roja era un tecutli jovial y generoso, pero sobre todo un hombre justo. Cuando su propia hija Gota de Rocío se cansó de su Señor Fuente, plebeyo de nacimiento y fue sorprendida en adulterio con un pili noble de nacimiento, Garza Roja ordenó que ambos fueran sentenciados a muerte. Muchos otros nobles le pidieron que perdonara la vida de la joven mujer y que en su lugar la desterrara de la isla. Incluso el esposo juró a su suegro que él yá había perdonado el adulterio de su esposa y que tanto él como Gota de Rocío se irían a alguna nación lejana. Aunque todos sabíamos cuánto amaba a su hija, el gobernador no se dejó influenciar. Dijo: «Me llamarían injusto si por mi propia hija no obedezco una ley que se hace cumplir a mis súbditos.» Y dijo a su yerno: «La gente dirá algún día que tú perdonaste a mi hija en deferencia a mi puesto y no por tu propia y libre voluntad.» Y ordenó que todas las mujeres y jovencitas de Xaltocan fueran a su palacio para ser testigos de la ejecución de Gota de Rocío. «Especialmente las nubiles y las doncellas —dijo él—, porque son muy excitables y quizás se inclinen a simpatizar con la infidelidad de mi hija e inclusive envidiarla. Dejemos, pues, que se sobresalten con su muerte, para que en su lugar se concentren en la severidad de las consecuencias.»"

"Así es que mi madre fue a la ejecución y llevó consigo a mi hermana Tzitzitlini. Mi madre dijo que la vil Gota de Rocío y su amante habían sido estrangulados con sogas disfrazadas de guirnaldas de flores a la vista de toda la población, y que la joven mujer aceptó muy mal su castigo, con súplicas, luchas y terrores, y que Fuente Buena, su traicionado marido, lloró por ella, pero que el Señor Garza Roja había estado observando sin ninguna expresión en su rostro. Tzitzi no hizo ningún comentario sobre el espectáculo, pero me contó que en el palacio conoció al joven hermano de la mujer condenada, Pactli, el hijo de Garza Roja."


"«Él me miró largamente —dijo ella con un escalofrío— y me sonrió enseñando sus dientes. ¿Puedes creer tal cosa en un día semejante? Fue una mirada que me puso la carne de ganso.»"

Tomado del libro: "El azteca", de Gary Jennings

miércoles, 25 de agosto de 2010

El Unico Mundo

"Para que ustedes no tengan la impresión de que yo y algunos otros que he mencionado vivíamos separados del resto de la humanidad en algún tipo de aislamiento, les daré una visión más amplia. Iré hacia atrás y lejos en mi mente, en mi memoria, para hacerles ver mejor como un todo nuestra relación con nuestro mundo. A éste nosotros le llamábamos Cem-Anáhuac, que quiere decir El Ünico Mundo."

"Nuestros días aquí son siempre suaves como en la primavera, aun durante la temporada de lluvias en mitad del verano, hasta que llega el seco invierno, cuando Títitl, el dios de los días más cortos del año, elige algunos de estos días para hacerlos fríos o incluso dolorosamente fríos."

"La parte más poblada de todo El Ünico Mundo es esa depresión en forma de cuenca que está en la meseta y que actualmente ustedes lo llaman el Valle de México. Ahí se encuentran los lagos que hacen de esta área un lugar muy atractivo para la vida humana. En realidad, solamente hay un lago enorme, apretado por la tierra en dos lugares de manera que hay tres grandes cuerpos de agua conectados por unos estrechos más angostos. El lago más pequeño, que está más al sur, es alimentado por arroyos claros formados por las nieves derretidas de las montañas. El lago que está más al norte y de tamaño mediano, donde yo pasé mis primeros años, es de agua rojiza y salada, demasiado astringente para ser potable, porque está rodeado de tierras minerales que dejan sus sales en el agua. El lago central, Texcoco, mucho más grande que los otros dos juntos y mezclado con aguas salinas y frescas, tiene una calidad ligeramente áspera."
Los Lagos (Imagen Invertida)

"A pesar de que hay solamente un lago, o tres, si ustedes quieren, siempre los hemos dividido por cinco nombres. El lago de Texcoco, de color turbio, es el único que tiene un solo nombre. El lago más pequeño y cristalino, que está al sur, se llama el lago de Xochimilco en su parte alta: El Jardín de las Flores, porque es el vivero de las plantas más preciosas de todas las tierras alrededor. En su parte inferior, el lago es llamado Chalco, por la nación chalca que vive en su orilla. El lago que está más al norte, aunque también es un solo cuerpo de agua, está dividido asimismo. El pueblo que vive en Tzumpanco, que significa Isla en Forma de Calavera, le llama a su mitad el lago Tzumpanco. El pueblo donde nací, Xaltocan, que significa Isla de los Cuyos, llama a su porción el lago de Xaltocan."

"En un sentido, yo podría comparar a estos lagos con nuestros dioses —nuestros antiguos dioses—. He escuchado a ustedes, los cristianos, quejarse de nuestra «multitud» de dioses y diosas, quienes tenían soberanía sobre cada faceta de la naturaleza y del comportamiento humano. Los he escuchado lamentarse de que nunca han podido entender ni comprender el funcionamiento de nuestro atestado panteísmo. Sin embargo, yo he contado y comparado. Yo no creo que nosotros dependiéramos de tantas deidades mayores y menores, por lo menos no tanto como ustedes —el Señor Dios, Su Hijo Jesús, el Espíritu Santo, la Virgen María, además de todos los otros Seres Altos a quienes ustedes llaman Ángeles y Apóstoles y Santos; cada uno de ellos patrón gobernante de alguna faceta única de su mundo, de sus días, de sus tonalin y aun de cada uno de los días de su calendario—. En verdad, creo que nosotros reconocíamos menos deidades, pero a cada una de las nuestras les encargábamos diferentes funciones a la vez."

"La isla de Xaltocan es realmente casi una roca gigantesca asentada en medio del lago salado y bastante retirada de la tierra firme. Si no hubiera sido por los tres manantiales naturales de agua fresca que salían burbujeando de la roca, la isla nunca hubiera sido poblada, pero en mi tiempo sostenía quizás a unas dos mil personas distribuidas entre veinte aldeas. La roca era nuestro apoyo en más de un sentido, porque era tenéxtetl, piedra caliza, un producto por demás valioso. En su estado natural, esta clase de piedra es bastante suave y fácil de ser tallada."

Tomado del libro: "El Azteca", de Gary Jennings

viernes, 20 de agosto de 2010

LA ESPINA DE MAGUEY

"Debíamos obediencia a nuestros soberanos y gobernadores, por supuesto, teníamos ciertas obligaciones para los pipiltin nobles y prestábamos atención a los consejos de nuestros tlamatintin, hombres sabios. Yo había nacido en la clase media de nuestra sociedad, los macehualtin, «los afortunados», llamados así porque estábamos libres de las pesadas responsabilidades de las clases altas, como éramos igualmente libres también de ser maltratados como frecuentemente lo eran las clases bajas."

"Conforme a sus normas, nuestras pocas leyes les pueden parecer ridiculas y vagas, y los castigos por sus infracciones les parecerán indebidamente rigurosos. Nuestras leyes fueron hechas para el bien de todos y todos las obedecían, conociendo de antemano las espantosas consecuencias de no acatarlas. Aquellos que no lo hicieron, desaparecieron."

"Por ejemplo, de acuerdo con las leyes que ustedes trajeron de España, un ladrón es castigado con la muerte. También para nosotros era así. Sin embargo, por sus leyes un hombre hambriento que roba algo de comer es un ladrón. Esto no era así en nuestro tiempo. Una de nuestras leyes decía que en cualquier campo sembrado de maíz a la vera de los caminos públicos, las cuatro primeras hileras de varas eran accesibles a los caminantes. Así cualquier viajero podía tomar de un tirón cuantas mazorcas de maíz necesitara para su panza vacía. Pero el hombre que por avaricia, buscando enriquecerse, saqueara aquel campo de maíz para colectar un saco, ya sea para atesorarlo o para comerciar con él, si era atrapado, moría. De este modo esa ley encerraba dos cosas buenas: que el ladrón sería curado para siempre de robar y que el hombre hambriento no muriera de hambre."

"Me acuerdo de haber sido castigado por mi padre, corporalmente, solamente en una ocasión, cuando lo merecía plenamente. Nosotros, los niños de Xaltocan, teníamos permiso y aun éramos alentados a matar a las aves que, como los cuervos y mirlos, picoteaban las cosechas de nuestras chinampa, lo que hacíamos con unas cervatanas de caña que expulsaban unas bolitas de barro. Un día, por cierto tipo de perversidad traviesa, soplé una bolita contra la pequeña codorniz domesticada que teníamos en nuestra casa. (En la mayoría de las casas tenían una de estas aves como mascota, para controlar a los alacranes y otras clases de bichos.) Entonces, para aumentar mi crimen, traté de culpar a mi amigo Tlatli de la muerte del ave. A mi padre no le costó mucho averiguar la verdad. El asesinato de la inofensiva codorniz podría haber sido castigado moderadamente, pero no así el pecado estrictamente prohibido de mentir. Mi Tata tuvo que inflingirme el castigo prescrito por «hablar escupiendo flemas», que era así como le llamábamos a una mentira. Él se sintió mal cuando lo hizo. Atravesó mi labio inferior con una espina de maguey, dejándola ahí hasta que me llegó el tiempo de ir a dormir. \Ayya ouiya, el dolor, la mortificación, el dolor, las lágrimas de mi arrepentimiento, el dolor!"

"Ese castigo me dejó una huella tan profunda, que yo a mi vez lo he dejado grabado en los archivos de nuestra tierra. Si ustedes han visto nuestra escritura-pintada, habrán observado pinturas de personas o de otros seres con un pequeño símbolo enroscado como un pergamino emanando de ellos. Ese símbolo representa un náhuatl, que significa una lengua, un lenguaje, un discurso o sonido. Esto indica que la figura está hablando o emitiendo algún sonido. Si el náhuatl está enroscado más de lo ordinario y elaborado con el glifo que representa una mariposa o una flor, significa que la persona está recitando poesía o está cantando. Cuando llegué a ser escribano, agregué otra figura a nuestra escritura-pintada: el náhuatl atravesado por una espina de maguey y pronto todos los demás escribanos lo adoptaron. Así cuando vean ese glifo antes de una figura sabrán que se está viendo la pintura de alguien que miente."

(Tomado del libro: "El Azteca", de Gary Jennings)

jueves, 19 de agosto de 2010

Infancia en Xaltocan y Primer Sacrifico

"Muchas veces me despertó el reclamo del Pájaro Tempranero, Papan, gritando sus cuatro notas: «¡Papaquiqui!, ¡pa-paquiquü», invitando al mundo a «¡elevarse, cantar, danzar, ser feliz!» Otras veces me despertaba un sonido todavía más temprano; era mi madre moliendo el maíz en el métlatl de piedra, torteando y dando forma a la masa del maíz, para luego convertirla en los grandes panes delgados y redondos, los deliciosos tlaxcali, que ustedes conocen por tortillas."

"Sin ningún esfuerzo, sin ninguna dificultad, recuerdo los mediodías calientes, cuando Tonatíu el sol blandía fieramente, con todo su primitivo vigor, sus flameantes lanzas mientras se levantaba y estampaba sobre el techo del universo. Este es mi más antiguo recuerdo; no tendría más de dos años y todavía no había en mí ningún sentido de la "distancia, el día y el mundo a mi alrededor eran jadeantes y sólo quería tocar algo fresco. Todavía recuerdo mi infantil sorpresa cuando al estirar el brazo hacia afuera no pude sentir el azul del bosque de la montaña que se veía enfrente de mí tan cerca y claramente."

"Sin ningún esfuerzo, recuerdo también el terminar de los días, cuando Tonatíu se cubría con su manto de brillantes plumas para adormecerse, dejándose caer sobre su blanda cama de pétalos coloreados y sumergirse en el sueño. Él se había ido de nuestro lado, hacia Mictlan, el Lugar de la Oscuridad. De los cuatro mundos adonde iríamos a habitar después de nuestra muerte, Mictlan era el más profundo; era la morada de la muerte total e irredimible, el lugar en donde nada pasa, jamás ha pasado y jamás pasará."

"Tendría tres o cuatro años de edad, cuando una noche mi padre me cargó sobre sus hombros y sus manos sostuvieron fuertemente mis tobillos. Sus grandes zancadas me llevaron de una fresca claridad a una oscuridad todavía más fresca."

"Para entonces, era lo suficientemente mayor como para haber oído hablar de las terribles asechanzas que nos aguardan en la oscuridad de la noche, ocultas a la visión de cualquier persona. Allí estaba Chocacíhuatl, La Llorona, la primera de todas las madres que murió al dar a luz; por siempre vagando, por siempre lamentando la muerte de su hijo y la pérdida de su propia vida."

"Estaba el dios Yoali Ehécatl, Viento de la Noche, que soplaba fuertemente a lo largo de los caminos nocturnos, intentando agarrar a cualquier hombre incauto que caminara en la oscuridad. Sin embargo, Viento de la Noche era tan caprichoso como cualquier otro viento. A veces agarraba a alguien y luego lo dejaba libre, y cuando esto pasaba, a la persona se le concedía incluso algún deseo que ansiara su corazón y una vida larga para gozarlo. Así es que, con la esperanza de tener al dios siempre en ese indulgente estado de ánimo, hace mucho tiempo nuestra gente construyó bancos de piedra en varias de las encrucijadas de la isla, en donde Viento de la Noche pudiera descansar de sus ímpetus."

"Sin esfuerzo recuerdo esa noche, porque por primera vez se me permitió presenciar la ceremonia de un sacrificio humano. Era un rito menor, un homenaje a una deidad muy pequeña: Atlaua, el dios de los cazadores de aves. Así es que en esa noche de luna llena, al principio de la temporada de caza de aves acuáticas, solamente un xochimiqui, un hombre solamente, sería ritualmente sacrificado para la grandeza de la gloria del dios Atlaua. Ese hombre era un esclavo de la nación de los chinanteca, situada lejos hacia el sur."
Atlaua, .

"Mi padre y yo llegamos a la orilla del lago, en donde, un poco más allá, habían dos postes gruesos hincados en la arena. La noche que nos rodeaba estaba iluminada con el fuego de las urnas, pero nebulosamente por el humo de los incensarios en donde se quemaba el copali. A través del humo se podía ver bailar a los sacerdotes de Atlaua. Dos de los sacerdotes tocaban la música ritual con flautas fabricadas con huesos de pantorrillas humanas, mientras otro golpeaba un tambor. Éste era un tipo especial de tambor que convenía para la ocasión: una calabaza gigante y vacía por dentro, parcialmente llena de agua, de manera que flotaba medio sumergida en la superficie del lago. Golpeada con huesos del muslo, el tambor de agua producía un rataplán de extrañas resonancias, que hacían eco contra las montañas, ahora invisibles, al otro lado del lago."

"El xochimiqui fue llevado hacia el círculo de luz, en donde se desprendía el humo. Estaba desnudo, no traía ni siquiera el máxtlatl básico que normalmente cubre las caderas y las partes privadas. Un sacerdote ondulaba una flecha en la mano, como lo haría el que dirige un coro de cantantes, mientras entonaba una invocación: «El fluido de la vida de este hombre te lo damos a ti, Atlaua, mezclado con el agua de vida de nuestro amado lago de Xaltocan. Te lo damos a ti, Atlaua, para que tú a cambio te dignes enviarnos tus parvadas de preciosas aves hacia las redes de nuestros cazadores...»"

"Entonces, sin ningún ritual florido, sin ningún aviso, el sacerdote bajó la flecha de repente y la clavó con todas sus fuerzas tirando después hacia arriba, retorciéndola, dentro de los órganos genitales del hombre."

"El sacerdote, con la flecha ensangrentada, marcó una cruz a manera de blanco sobre el pecho del hombre, y todos los sacerdotes empezaron a bailar alrededor de él en círculo, cada uno llevando un arco y muchas flechas. Cada vez que uno de ellos pasaba frente al xochimiqui, clavaba una flecha en el pecho jadeante del hombre. Cuando la danza terminó y todas las flechas fueron usadas, el hombre muerto parecía una especie de animal que nosotros llamamos el pequeño verraco-espín."

"La ceremonia no consistía en mucho más. El cuerpo fue desamarrado de las estacas y sujetado con una cuerda a la parte de atrás de un acali de cazador, que había estado esperando en la arena. El cazador remó en su canoa hacia el centro del lago, fuera del alcance de nuestra vista, remolcando el cadáver hasta que éste se hundió por la acción del agua al penetrar dentro de los orificios naturales y los producidos por las flechas. Así recibió Atlaua su sacrificio."

(Tomado del libro: "El Azteca", de Gary Jennings)

miércoles, 18 de agosto de 2010

Mi nacimiento

"En el dia que nosotros llamamos Siete Flor, en el mes del Dios Ascendente, en el año Trece Conejo, el Dios de la lluvia Tlaloc, era el que hablaba mas fuerte, en una tormenta resonante."

"En la tarde de ese día, en medio del tumulto causado por la tormenta, en una pequeña casa en la isla de Xaltocan, nací de mi madre para empezar a morir."

"Yo he calculado que la fecha de mi nacimiento debió de ser el vigésimo día de su mes llamado septiembre, en su año numerado como mil cuatrocientos sesenta y seis. Esto fue durante el reinado de Motecuzoma Illuicamina, en su idioma el Furioso Señor que Dispara sus Flechas Hacia el Cielo. Él era nuestro Uey-Tlatoani o Venerado Orador, nuestro título de lo que vendría a ser para ustedes rey o emperador. Pero el nombre de Motecuzoma o de cualquier otro no significaba entonces mucho para mí."

"La comadrona me dio por nombre Siete Flor. Este nombre del día de nacimiento sería el mío hasta haber pasado los peligros de la infancia, o sea hasta que tuviera siete años, en cuya edad se podía suponer que podría vivir lo suficiente para poder crecer, y entonces me sería dado un nombre de adulto más distintivo."

"Ella dijo: «Siete Flor, mi muy amado y tierno niño que he recibido, he aquí la palabra que nos fue dada hace mucho tiempo por los dioses. Tú has nacido de esta madre y este padre solamente para ser guerrero y siervo de los dioses. Este lugar en el que acabas de nacer, no es tu verdadero hogar.»"

"Y ella dijo: «Siete Flor, tu deber más importante es dar a beber al sol la sangre de tus enemigos y alimentar la tierra con los cadáveres de tus oponentes. Si tu tonali es fuerte, estarás por muy poco tiempo con nosotros y en este lugar. Tu verdadero hogar estará en la tierra de nuestro dios-sol Tonatíu.»"
Tonatíu

"Las palabras de la comadrona acerca de ser guerrero y sobre el sacrificio, no eran más que la repetición del canto del censontli. Yo he escuchado otras muchas arengas tan edificantes como ésas, de mi padre, de mis maestros, de nuestros sacerdotes y de los suyos, todas ellas ecos insensatos de lo que a su vez ellos escucharon de generaciones pasadas a través de los años."

"Todo era nuevo y novedoso en el mundo, como una vez lo fue para nuestro Señor Orne-tecutli y nuestra Señora Omecíhuatl, la Primera Pareja, los primeros seres de toda la creación."

(Tomado del libro: "El Azteca", de Gary Jennings)